jueves, abril 29, 2010

De nuevo la simplicidad o The last letter for...

Eli:

Quisiera empezar preguntándote cómo estás, qué tal te va o simplemente llamarte por la tarde y preguntar ¿qué almorzaste hoy? Pero creo, que a ti ni a mí no nos interesa tal cuestión. Pero hasta hoy me preocupaste, me importaban mucho tus estados de ánimo, tus dolores menstruales; incluso comprarte algo para hacer que te sientas bien, mientras no se me adelantasen las dudas al recordarme que antes viste a tu mascota para alcanzarle su merienda de la una de la tarde. O, mirar los movimientos de los músculos de tu boca mientras masticas lo que menos te gusta al acompañarme a la hora del almuerzo. Quizá, hasta preguntar si te sientes a gusto o “bien” mientras me haces el amor entre las sábanas de mi cama. Y sentir tu piel entre la mía o tus labios entibiando mi sexo.

Ésta es la última vez que te escribo. Es el momento que no anudará posibilidades, ni buscaré futuros. Simplemente, el pretérito de nuestras emociones sobre-saldrán de acuerdo a cómo estoy escribiendo. No quiero retener mi impulsividad ni la espontaneidad de mis últimos pensamientos que empujados por tu nombre, por tus piernas y también por tu parte de adelante se desprenden lentamente y convencidos de que no volverán a desearte. Guardo un extraño sin sabor por mencionarte hechos que, no te miento, quise repetir hasta hace un minuto, incluso mejorarlos. Quizá regalarte una sonrisa, robarte un beso y de repente volver a exprimirnos hasta consumir nuestros huesos.

Te quise, te quiero porque eres parte de mi historia cómo yo lo soy de la tuya, y aunque con el paso del tiempo nos volvamos insignificantes mutuamente, tendremos que sonreírnos con extrema cautela para no dañar lo mejor que vivimos. La sucesión de los días se encargarán de remitirnos indiferencia y concluirán en nostalgia vana. Es una obligación que, por tu parte, has de cumplir, esa la de no mencionar mi nombre, la de reventar en rabia si me ves por la calle y no te salude, pues bien lo sabes, tu amistad no me sirve; precisamente porque me haría sufrir crónicamente al no poder morder tus labios, no confundir mi lengua entre tus piernas intentando conseguir penetrar físicamente en ti y hacer de tu útero mi casa donde me resguardo y el hogar donde tu calor nos alimentaba de amor. O simplemente, como un chiquillo, dejarme llevar de tu mano en una tarde de lluvia aunque estés enojada por mi culpa.

El silencio, la mudés con la que llegué a desquiciar tus días hasta hace poco, te confieso, también me dolía impartirlo. Creo, es mejor aunque pueda que haya muchas cosas qué decirnos, lo dudo de mi parte pues, me parece siempre hablé hasta el hartazgo y tú dando respuestas cortas que carecían incluso de sentimiento sincero. Ahora, callo y para siempre. Ten en cuenta que no me oculto, puedo y quiero mostrar la cara e intentar, inopinadamente, fabricar lo mejor de una sonrisa honesta, no más.

Perdóname por ser impulsivo y a veces repulsivo en momentos inoportunos. Perdóname por ser tan exigente y es que cuando amo lo único que puedo reclamar es más amor.

Te amé, te amo y aunque no lo creas, serás menos libre sin mí y, yo sin ti, igual; el mundo me aprisiona nuevamente, arrastra mis piernas para confundirlas entre la maleza de todos los días; y la calle torna nuevamente el gris del smog en mis narices para recrudecer por la noche de regreso del trabajo sin que ya no vuelvas a limpiar mi rostro para luego desvestirme y yo hacer lo mío con tu saco, la blusa y demás objetos que te protegían de mi libido.

No puedo seguir, tu tiempo es valioso, el mío… ya no importa. Estoy solo y contigo dentro de mi.

Adiós